sábado, 14 de abril de 2018

Nuestre

Luz para una piel hambrienta de tacto,
un pequeño baile improvisado
mientras nos abrazamos.
Dejamos que el Sol se apague
como dos irresponsables
nos lloramos una encima de la otra,
el agua compartida era ésta.
Unos ojos que una vez clavados en el alma
ya nadie tiene fuerzas a sacarlos
y se suceden los besos uno a uno
en diálogo armónico
con risas de fondo
que desdibujan todo el decorado de velas
y ropa de mujer escogida con cuidado
tirada por el suelo.
Sólo hace calor y contacto y humedad
y una entretela de vigilia y deseo cumplido,
manos que se entrelazan la una con la otra,
miradas que se mantienen entretenidas
en detalles sin importancia.
Pieles entregadas,
decididas a no pasar hambre entre tanta ausencia,
entre tanta abundancia.
Decididas a destrozarse mutuamente,
todas aquellas espinas que nos crecieron con el tiempo
arrancadas una a una
así nos desangremos sobre las manos abiertas de la otra,
así crezcamos en la pequeña grieta que reclamemos
con nuestras comidas
y nuestro caminar descalzas,
besar los hombros,
decir claramente,
agua transparente,
mi casa, mi cuerpo,
nuestra casa, nuestros cuerpos,
y al fin
te quiero
sin miedo.

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