Voy a hacer algo catártico
como chillar en el bosque al lado de mi casa,
romper un espejo
o quemar un libro.
Voy a causar un detonante que me ayude a expresar
todos estos sentimientos que no tengo forma de sacar.
Necesitaré un pequeño punto de locura,
un poco de extremismo radical,
una ruptura en mi interior
(pero de las de laboratorio, de las que sé que puedo reparar)
y una ocasión.
Quizá tire piedras a un río
imaginando que son mis equivocaciones.
Las veré hundirse y desaparecer.
Las imagino viajando hasta el mar,
para desaparecer entre los esqueletos de las ballenas.
Quizá tire piedras a un talud de tierra
sintiendo que lanzo todas aquellas veces que me sentí abandonada.
Veré como impactan contra la arena compactada
haciéndole una herida irreparable,
formando una nueva superficie,
algo nuevo desde donde sea imposible regresar.
Quizá compre un espejo de segunda mano,
me ponga mi máscara de soldador
y con un gran martillo lo reviente.
Y me veré reflejada en miles de pequeños pedazos,
miles de pequeñas identidades que forman una sola,
cada una para un cometido distinto.
Quizá coja algún libro de historia,
de esos que guardan las abuelas y les enseñan a los nietos
sin que éstos quieran.
Creo que tengo algún álbum de historia con la cara de mi padre por aquí...
así podré hacerlo arder y dejar que mi odio se vuelva ceniza
y después lloraré muy muy fuerte,
y como la llubia sobre el bosque quemado
haré crecer un vergel verde que nada tenga que ver con lo anterior.
Después soñaré que soy una gran mujer vestida de samurái,
con la máscara con el bigote de pelo animal y todo,
con esa boca abierta y amenazante,
y con mi gran katana iré cortando mis miedos uno a uno,
iré recibiendo las cornadas de los demonios a los que me enfrente
y sangraré y me costará andar y respirar,
pero seré una mujer samurái valiente e indómita en mi sueño.
Y cuando despierte habré reparado una gran parte
del daño que he recibido.
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