Éste es mi regalo para ti
algo simple y bello.
La virtud corporal.
Su aceptación.
Aquí, en este hueco,
la certeza de la duda,
saber bailar con las emociones propias,
lento, agarrado, plagado de besos en el cuello.
Un puño sujetando unas margaritas
y ahora estoy triste yo también,
y siento la propiocepción de la disidencia
dándome frío como un manto de nieve,
entumeciendo mi capacidad de valorarme.
Rebosando todo lo que fui capaz de contener,
me desbordo, lloro desconsoladamente.
El mismo puño sujetando unas margaritas
ahora me convence de que ya en el gesto
va implícita la felicidad
y disfruto.
Suelo buscar palabras complejas,
frases largas
con las que darme a entender,
ofrecerme.
Pero he aquí mi regalo,
algo simple y bello.
La virtud emocional.
Mi sinceridad.
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